martes, 18 de octubre de 2011

 


EL camarón encantado de José Martí



En un pueblo del mar Báltico, de Rusia, vivía el pobre Loppi, en un casuco viejo, sin más compañía que su hacha y su mujer. El hacha ¡bueno!; pero la mujer se llamaba Masicas.¡Vaya un nombre: Masicas! .  

Un día estuvo Masicas más busca pleitos que de costumbre. Y al pasar cerca de un charco vio en la yerba húmeda uno que le pareció animal raro y negruzco, de muchas bocas, como muerto o dormido. Era grande por cierto; era un enorme camarón. "¡Al saco el camarón!; con esta cena le vuelve el juicio a esa hambrona de Masicas; ¿quién sabe lo que dice cuando tiene hambre?" Y echó el camarón en el saco.
 
Pero ¿qué tiene Loppi, que da un salto atrás, que le tiembla la barba, que se pone pálido? Del fondo del saco salió una voz tristísima; el camarón le estaba hablando:
 
-Párate, amigo, párate, y déjame ir. Yo soy el más viejo de los camarones; más de un siglo tengo yo, ¿qué vas a hacer con este carapacho duro? Sé bueno conmigo, como tú quieres que sean buenos contigo.
 
-Perdóname, camaroncito, que yo te dejaría ir; pero mi mujer está esperando su cena, y si le digo que encontré el camarón mayor del mundo, y que lo dejé escapar, esta noche sé yo a lo que suena un palo de escoba cuando se lo rompe su mujer a uno en las costillas.
 
-Y ¿por qué se los has de decir a tu mujer?
 
-¡Ay camaroncito! eso me dices tú porque no sabes quién es Masicas. Masicas es una gran persona, que lo lleva a uno por la nariz, y uno se deja llevar; Masicas me vuelve del revés, y me saca todo lo que tengo en el corazón; Masicas sabe mucho.
 
-Pues mira, leñador, que yo no soy camarón como parezco, sino una maga de mucho poder, y si me oyes, tu mujer se contentará, y si no me oyes, toda la vida te has de arrepentir.
 
-Tú contenta a Masicas, y yo te dejaré ir, que por gusto a nadie le hago daño.
 
-Dime qué pescado le gusta más a tu mujer.
 
-Pues el que haya, camarón, que los pobres no escogen; lo que has de hacer es que no vuelva yo con el morral vacío.
 
-Pues ponme en la yerba, mete en el charco tu morral abierto, y di: "¡Peces, al morral!"
 
Y tantos peces entraron en el morral que casi se le iba a Loppi de las manos. Las manos le bailaban a Loppi de asombro.
 
-Ya ves, leñador -le dijo el camarón, -que no soy desagradecido: Ven acá todas las mañanas, y en cuanto digas: "¡Al morral, peces!" tendrás el morral lleno de los peces colorados, de los peces de plata, de los peces amarillos. Y si quieres algo más, ven y dime así:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
y yo saldré, y veré lo que puedo hacer por tí. Pero mira, ten juicio, y no le digas a tu mujer lo que ha sucedido hoy.
 
-Probaré, señora maga, probaré -dijo el leñador; y puso en la yerba con mucho cuidado el camarón milagroso, que se metió de un salto en el agua.
 
Y empezaron los peces a saltar, primero un lucio como de una vara, luego una carpa, radiante como el oro, luego dos truchas, y un mundo de meros. Masicas abrazó a Loppi, y lo volvió a abrazar, y le dijo: "¡leñadorcito mío!"
 
Anda a la huerta, anda, y tráeme unos ajos y cebollas, y tráeme unas setas; anda, anda al monte leñadorcito, que te voy a hacer una sopa que no la come el rey. Y la carpa la asaremos; ni un regidor va a comer mejor que nosotros.
 
, que era como una rosa fina, y no le hablaba del miedo. Pero al otro día no le hizo Masicas tantas fiestas al morral de pescados. Y al otro, se puso a hablar sola. Y el sábado, le sacó la lengua en cuanto lo vio venir. Y el domingo, se le fue encima a Loppi, que volvía con su morral a cuestas.
 
-¡Mal marido, mal hombre, mal compañero! ¡qué me vas a matar a pescado ¡que de verte el morral me da el alma vueltas!
 
-Y ¿qué quieres que te traiga, pues? -dijo el pobre Loppi.
 
-Pues lo que comen todas las mujeres de los leñadores honrados: una sopa buena y un trozo de tocino.
 
"Con tal, pensó Loppi, que la maga me quiera hacer este favor".
 
Y al otro día a la mañanita fué al charco, y se puso a dar voces:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
y el agua se movió, y salió una boca negra, y luego otra boca, y luego la cabeza, con dos ojos grandes que resplandecían.
 
-¿Qué quiere el leñador?
 
-Para mí, nada; nada para mí, camaroncito; ¿qué he de querer yo? Pero ya mi mujer se cansó del pescado, y quiere ahora sopa y un trozo de tocino.
 
-Pues tendrá lo que quiere tu mujer -respondió el camarón. Al sentarte esta noche a la mesa, dale tres golpes con el dedo meñique, y di a cada golpe: "¡Sopa, aparece; aparece, tocino!" Y verás que aparecen. Pero ten cuidado, leñador, que si tu mujer empieza a pedir, no va a acabar nunca.
 
-Probaré, señora maga, probaré -dijo Loppi, suspirando.
 
Como una ardilla, como una paloma, como un cordero estuvo al otro día en la mesa Masicas, que comió sopa dos veces, y tocino tres, y luego abrazó a Loppi, y lo llamó: "Loppi de mi corazón".
 
Pero a la semana justa, en cuanto vio en la mesa el tocino y la sopa, se puso colorada de la ira, y le dijo a Loppi con los puños alzados:
 
-¿Hasta cuándo me has de atormentar, mal marido, mal compañero, mal hombre? ¿qué una mujer como yo ha de vivir con caldo y manteca?
 
-Pero ¿qué quieres, amor mío, qué quieres?
 
-Pues quiero una buena comida, mal marido: un ganso asado, y unos pasteles para postres.
 
 Y a paso de moribundo se fue arrimando al charco a los claros del día. Y las voces que daba parecían hilos, por lo tristes, por lo delgadas:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
-¿Qué quiere el leñador?
 
-Para mí, nada; ¿qué he de querer yo? Pero ya mi mujer se está cansando del tocino y la sopa. Yo no, yo no me canso, señora maga. Pero mi mujer se ha cansado, y quiere algo ligero, así como un gansito asado, así como unos pastelitos.
 
-Pues vuélvete a tu casa, leñador, y no tienes que venir cuando tu mujer quiera cambiar de comida, sino pedírselo a la mesa, que yo le mandaré a la mesa que se lo sirva.
 
 Llena estaba ya la mesa de platos, cuando él llegó, con cucharas de hierro, y tenedores de tres puntas, y una jarra de estaño, y el ganso con papas, y un pudín de ciruelas. Hasta un frasco de anisete había en la mesa, con su forro de paja.
 
Pero Masicas estaba pensativa. Y a Loppi ¿quién le daba todo aquello? Ella quería saber: -"¡Dímelo, Loppi". Y Loppi se lo dijo, cuando ya no que daba del anisete más que el forro de paja, y estaba Masicas más dulce que el anís. Pero ella prometió no decírselo a nadie; no había una vecina en doce leguas a la redonda.
 
A los pocos días, una tarde que Masicas había estado muy melosa, le contó a Loppi muchos cuentos y le acabó así el discurso:
 
-Pero, Loppi, mío, ya tú no piensas en tu mujercita; comer, es verdad, come mejor que la reina; pero tu mujercita anda en trapos, Loppi, como la mujer de un pordiosero. Anda, Loppi, anda, que la maga no te tendrá a mal que quieras vestir bien a tu mujercita.
 
A Loppi le pareció que Masicas tenía mucha razón, y que no estaba bien sentarse a aquella mesa de lujo con el vestido tan pobre. Pero la voz se le resistía cuando a la mañanita llamó al camarón encantado:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
El camarón entero sacó el cuerpo del agua.
 
-¿Qué quiere el leñador?
 
-Para mí, nada; ¿qué puedo yo querer? Pero mi mujer está triste, señora maga, porque se ve tan mal vestida, y quiere que su señoría me de poder para tenerla con traje de señora.
 
El camarón se echó a reír, y estuvo riendo un rato, y luego dijo a Loppi: -"Vuélvete a casa, leñador, que tu mujer tendrá lo que desea".
 
-¡Oh, señor camarón! ¡oh, señora maga! ¡déjeme que le bese la patica izquierda, la que está de lado del corazón! ¡déjeme que se la bese!
 
Y cuando entró a su casa vio a una bella señora, y la saludó hasta los pies; y la señora se echó a reir, porque era Masicas, su linda Masicas, que estaba como un sol de la hermosura.

A los pocos días Masícas estaba pálida, como quien no duerme, y con los ojos colorados, como de mucho llorar. "Y dime, Loppi, -le decía una tarde, con un pañuelo de encaje en la mano, -¿de qué me sirve tener tan buen vestido sin un espejo donde mirarme, ni una vecina que me pueda ver, ni más casa que este casuco? Loppi, dile a la maga que esto no puede ser". Y decía "Dile, Loppi, a la maga que me de un castillo hermoso, y no le pediré nada más".
 
-¡Masicas, tú estás loca! Tira de la cuerda y se reventará. Conténtate, mujer, con lo que tienes, que si no la maga te castigará por ambiciosa.
 
-¡Loppi, nunca serás más que un zascandil! ¡El que habla con miedo se queda sin lo que desea. Háblale a la maga como un hombre. Háblale, que yo estoy aquí para lo que suceda.
 
Y el pobre Loppi volvió al charco, como con piernas postizas. Iba temblando todo él. ¿Y si el camarón se cansaba de tanto pedirle, y le quitaba cuanto le dio? ¿Y si Masicas lo dejaba sin pelo si volvía sin el castillo? Llamó muy quedito:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
¿Qué quiere el leñador? -dijo el camarón, saliendo del agua poco a poco.
 
-Nada para mí, ¿qué más podría yo querer? Pero mi mujer no está contenta y me tiene en tortura, señora maga, con tantos deseos.
 
-¿Y qué quiere la señora, que ya no va a parar de querer?
 
-Pues una casa, señora maga, un castillito, un castillo. Quiere ser princesa del castillo, y no volverá a pedir nada más.
 
-Leñador -dijo el camarón, con una voz que Loppi no le conocía, tu mujer tendrá lo que desea. Y desapareció en el agua de repente.
 
 Una princesa bajó a saludarlo a la puerta del jardín, con un vestido de plata. Y la princesa le dio la mano. Era Masicas. "Ahora sí, Loppi, que soy dichosa. Eres muy bueno, Loppi. La maga es muy buena". Y Loppi se echó a llorar de alegría.
 
No había en todo el país quien tuviera un castillo más opulento; ni coches con más oro, ni caballos más finos. Sus vacas eran inglesas, sus perros de San Bernardo, sus gallinas de Guinea, sus faisanes de Terán, sus cabras eran suizas. ¿Qué le faltaba a Masicas, que estaba siempre tan llena de pesar? Se lo dijo a Loppi, apoyando en su hombro la cabeza. Masicas quería algo más. Quería ser reina Masicas: "¿No ves que para reina he nacido yo? ¿No ves, Loppi mío, que tú mismo me das siempre la razón, aunque eres más terco que una mula? Ya no puedo esperar, Loppi. Dile a la maga que quiero ser reina".
 
Loppi no quería ser rey. Almorzaba bien, comía mejor; ¿a qué los trabajos de mandar a los hombres? . Llegó. Llamó:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
Vio salir del agua las dos bocas negras. Oyó que le decían "¿qué quiere el leñador?" Pero no tenía fuerzas para dar su recado. Al fin dijo tartamudeando:
 
-Para mí, nada; ¿qué pudiera yo pedir? Pero se ha cansado mi mujer de ser princesa.
 
-¿Y qué quiere ahora ser la mujer del leñador?
 
-¡Ay, señora maga!: reina quiere ser.
 
-¿Reina no más? Me salvaste la vida, y tu mujer tendrá lo que desea. ¡Salud, marido de la reina!
 
Y cuando Loppi volvió a su casa, el castillo era un palacio, y Masicas tenía puesta la corona. 
Y Loppi almorzó contento, y bebió en copa tallada su anisete más fino, seguro de que Masicas tenía ya cuanto podía tener. Hasta que un día vino un chambelán de casaca carmesí con botones de topacio, a decirle que la reina lo quería ver, sentada en su trono de oro.
 
-Estoy cansada de ser reina, Loppi. Estoy cansada de que todos estos hombres me mientan y me adulen. Quiero gobernar a hombres libres. Ve a ver a la maga por última vez. Ve; dile lo que quiero.
 
-Pero ¿qué quieres entonces, infeliz? ¿Quieres reinar en el cielo donde están los soles y las estrellas, y ser dueña del mundo?
 
-Que vayas, te digo, y le digas a la maga que quiero reinar en el cielo y ser dueña del mundo.
 
-Que no voy, te digo, a pedirle a la maga semejante locura.
 
-Soy tu reina, Loppi, y vas a ver a la maga, o mando que te corten la cabeza.
 
-Voy, mi reina, voy. -Iba como si le corrieran detrás, : "¡Tal vez -pensaba Loppi-, tal vez el camarón tenga piedad de mí!" Y lo llamó desde la orilla, con voz como un gemido:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
Nadie respondió. Ni una hoja se movió. Volvió a llamar, con la voz como de un soplo.
 
-¿Qué quiere el leñador?-respondió otra voz terrible.
 
-Para mí, nada; ¿qué he de querer para mí? Pero la reina, mi mujer, quiere que le diga a la señora maga su último deseo; el último, señora maga.
 
-¿Qué quiere ahora la mujer del leñador?
 
Loppi, espantado, cayó de rodillas.
 
-¡Perdón, señora, perdón! ¡quiere reinar en el cielo, y ser dueña del mundo!
 
El camarón dio una vuelta en redondo, que le sacó al agua espuma, y se fue sobre Loppi, con las bocas abiertas:
 
-¡A tu rincón, imbécil, a tu rincón! ¡los maridos cobardes hacen a las mujeres locas! ¡abajo el palacio, abajo el castillo, abajo la corona! ¡A tu casuca con tu mujer, marido cobarde! ¡A tu casuca, con el morral vacío!
 
Y se hundió en el agua que silbó como cuando mojan un hierro caliente.

Y todo volvió a ser como antes.

Y de pronto sintió que le apretaban el cuello dos manos feroces: -"¿Estás aquí monstruo? ¿Estás aquí, mal marido? ¡Me has arruinado, mal compa­ñero! ¡Muere a mis manos, mal hombre!
 
-¡Masicas, que te lastimas! ¡Oye, a tu Loppi, Masicas!
 
Pero las venas de la garganta de la mujer se hin­charon, y reventaron, y cayó muerta, muerta de la furia. Loppi se sentó a sus pies, le compuso los ha­rapos sobre el cuerpo, y le puso de almohada el morral vacío. Por la mañana, cuando salió el sol. Loppi estaba tendido junto a Masicas, muerto.
 

lunes 26 de septiembre de 2011

EL camarón encantado de José Martí



En un pueblo del mar Báltico, de Rusia, vivía el pobre Loppi, en un casuco viejo, sin más compañía que su hacha y su mujer. El hacha ¡bueno!; pero la mujer se llamaba Masicas.¡Vaya un nombre: Masicas! .  

Un día estuvo Masicas más busca pleitos que de costumbre. Y al pasar cerca de un charco vio en la yerba húmeda uno que le pareció animal raro y negruzco, de muchas bocas, como muerto o dormido. Era grande por cierto; era un enorme camarón. "¡Al saco el camarón!; con esta cena le vuelve el juicio a esa hambrona de Masicas; ¿quién sabe lo que dice cuando tiene hambre?" Y echó el camarón en el saco.
 
Pero ¿qué tiene Loppi, que da un salto atrás, que le tiembla la barba, que se pone pálido? Del fondo del saco salió una voz tristísima; el camarón le estaba hablando:
 
-Párate, amigo, párate, y déjame ir. Yo soy el más viejo de los camarones; más de un siglo tengo yo, ¿qué vas a hacer con este carapacho duro? Sé bueno conmigo, como tú quieres que sean buenos contigo.
 
-Perdóname, camaroncito, que yo te dejaría ir; pero mi mujer está esperando su cena, y si le digo que encontré el camarón mayor del mundo, y que lo dejé escapar, esta noche sé yo a lo que suena un palo de escoba cuando se lo rompe su mujer a uno en las costillas.
 
-Y ¿por qué se los has de decir a tu mujer?
 
-¡Ay camaroncito! eso me dices tú porque no sabes quién es Masicas. Masicas es una gran persona, que lo lleva a uno por la nariz, y uno se deja llevar; Masicas me vuelve del revés, y me saca todo lo que tengo en el corazón; Masicas sabe mucho.
 
-Pues mira, leñador, que yo no soy camarón como parezco, sino una maga de mucho poder, y si me oyes, tu mujer se contentará, y si no me oyes, toda la vida te has de arrepentir.
 
-Tú contenta a Masicas, y yo te dejaré ir, que por gusto a nadie le hago daño.
 
-Dime qué pescado le gusta más a tu mujer.
 
-Pues el que haya, camarón, que los pobres no escogen; lo que has de hacer es que no vuelva yo con el morral vacío.
 
-Pues ponme en la yerba, mete en el charco tu morral abierto, y di: "¡Peces, al morral!"
 
Y tantos peces entraron en el morral que casi se le iba a Loppi de las manos. Las manos le bailaban a Loppi de asombro.
 
-Ya ves, leñador -le dijo el camarón, -que no soy desagradecido: Ven acá todas las mañanas, y en cuanto digas: "¡Al morral, peces!" tendrás el morral lleno de los peces colorados, de los peces de plata, de los peces amarillos. Y si quieres algo más, ven y dime así:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
y yo saldré, y veré lo que puedo hacer por tí. Pero mira, ten juicio, y no le digas a tu mujer lo que ha sucedido hoy.
 
-Probaré, señora maga, probaré -dijo el leñador; y puso en la yerba con mucho cuidado el camarón milagroso, que se metió de un salto en el agua.
 
Y empezaron los peces a saltar, primero un lucio como de una vara, luego una carpa, radiante como el oro, luego dos truchas, y un mundo de meros. Masicas abrazó a Loppi, y lo volvió a abrazar, y le dijo: "¡leñadorcito mío!"
 
Anda a la huerta, anda, y tráeme unos ajos y cebollas, y tráeme unas setas; anda, anda al monte leñadorcito, que te voy a hacer una sopa que no la come el rey. Y la carpa la asaremos; ni un regidor va a comer mejor que nosotros.
 
, que era como una rosa fina, y no le hablaba del miedo. Pero al otro día no le hizo Masicas tantas fiestas al morral de pescados. Y al otro, se puso a hablar sola. Y el sábado, le sacó la lengua en cuanto lo vio venir. Y el domingo, se le fue encima a Loppi, que volvía con su morral a cuestas.
 
-¡Mal marido, mal hombre, mal compañero! ¡qué me vas a matar a pescado ¡que de verte el morral me da el alma vueltas!
 
-Y ¿qué quieres que te traiga, pues? -dijo el pobre Loppi.
 
-Pues lo que comen todas las mujeres de los leñadores honrados: una sopa buena y un trozo de tocino.
 
"Con tal, pensó Loppi, que la maga me quiera hacer este favor".
 
Y al otro día a la mañanita fué al charco, y se puso a dar voces:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
y el agua se movió, y salió una boca negra, y luego otra boca, y luego la cabeza, con dos ojos grandes que resplandecían.
 
-¿Qué quiere el leñador?
 
-Para mí, nada; nada para mí, camaroncito; ¿qué he de querer yo? Pero ya mi mujer se cansó del pescado, y quiere ahora sopa y un trozo de tocino.
 
-Pues tendrá lo que quiere tu mujer -respondió el camarón. Al sentarte esta noche a la mesa, dale tres golpes con el dedo meñique, y di a cada golpe: "¡Sopa, aparece; aparece, tocino!" Y verás que aparecen. Pero ten cuidado, leñador, que si tu mujer empieza a pedir, no va a acabar nunca.
 
-Probaré, señora maga, probaré -dijo Loppi, suspirando.
 
Como una ardilla, como una paloma, como un cordero estuvo al otro día en la mesa Masicas, que comió sopa dos veces, y tocino tres, y luego abrazó a Loppi, y lo llamó: "Loppi de mi corazón".
 
Pero a la semana justa, en cuanto vio en la mesa el tocino y la sopa, se puso colorada de la ira, y le dijo a Loppi con los puños alzados:
 
-¿Hasta cuándo me has de atormentar, mal marido, mal compañero, mal hombre? ¿qué una mujer como yo ha de vivir con caldo y manteca?
 
-Pero ¿qué quieres, amor mío, qué quieres?
 
-Pues quiero una buena comida, mal marido: un ganso asado, y unos pasteles para postres.
 
 Y a paso de moribundo se fue arrimando al charco a los claros del día. Y las voces que daba parecían hilos, por lo tristes, por lo delgadas:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
-¿Qué quiere el leñador?
 
-Para mí, nada; ¿qué he de querer yo? Pero ya mi mujer se está cansando del tocino y la sopa. Yo no, yo no me canso, señora maga. Pero mi mujer se ha cansado, y quiere algo ligero, así como un gansito asado, así como unos pastelitos.
 
-Pues vuélvete a tu casa, leñador, y no tienes que venir cuando tu mujer quiera cambiar de comida, sino pedírselo a la mesa, que yo le mandaré a la mesa que se lo sirva.
 
 Llena estaba ya la mesa de platos, cuando él llegó, con cucharas de hierro, y tenedores de tres puntas, y una jarra de estaño, y el ganso con papas, y un pudín de ciruelas. Hasta un frasco de anisete había en la mesa, con su forro de paja.
 
Pero Masicas estaba pensativa. Y a Loppi ¿quién le daba todo aquello? Ella quería saber: -"¡Dímelo, Loppi". Y Loppi se lo dijo, cuando ya no que daba del anisete más que el forro de paja, y estaba Masicas más dulce que el anís. Pero ella prometió no decírselo a nadie; no había una vecina en doce leguas a la redonda.
 
A los pocos días, una tarde que Masicas había estado muy melosa, le contó a Loppi muchos cuentos y le acabó así el discurso:
 
-Pero, Loppi, mío, ya tú no piensas en tu mujercita; comer, es verdad, come mejor que la reina; pero tu mujercita anda en trapos, Loppi, como la mujer de un pordiosero. Anda, Loppi, anda, que la maga no te tendrá a mal que quieras vestir bien a tu mujercita.
 
A Loppi le pareció que Masicas tenía mucha razón, y que no estaba bien sentarse a aquella mesa de lujo con el vestido tan pobre. Pero la voz se le resistía cuando a la mañanita llamó al camarón encantado:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
El camarón entero sacó el cuerpo del agua.
 
-¿Qué quiere el leñador?
 
-Para mí, nada; ¿qué puedo yo querer? Pero mi mujer está triste, señora maga, porque se ve tan mal vestida, y quiere que su señoría me de poder para tenerla con traje de señora.
 
El camarón se echó a reír, y estuvo riendo un rato, y luego dijo a Loppi: -"Vuélvete a casa, leñador, que tu mujer tendrá lo que desea".
 
-¡Oh, señor camarón! ¡oh, señora maga! ¡déjeme que le bese la patica izquierda, la que está de lado del corazón! ¡déjeme que se la bese!
 
Y cuando entró a su casa vio a una bella señora, y la saludó hasta los pies; y la señora se echó a reir, porque era Masicas, su linda Masicas, que estaba como un sol de la hermosura.

A los pocos días Masícas estaba pálida, como quien no duerme, y con los ojos colorados, como de mucho llorar. "Y dime, Loppi, -le decía una tarde, con un pañuelo de encaje en la mano, -¿de qué me sirve tener tan buen vestido sin un espejo donde mirarme, ni una vecina que me pueda ver, ni más casa que este casuco? Loppi, dile a la maga que esto no puede ser". Y decía "Dile, Loppi, a la maga que me de un castillo hermoso, y no le pediré nada más".
 
-¡Masicas, tú estás loca! Tira de la cuerda y se reventará. Conténtate, mujer, con lo que tienes, que si no la maga te castigará por ambiciosa.
 
-¡Loppi, nunca serás más que un zascandil! ¡El que habla con miedo se queda sin lo que desea. Háblale a la maga como un hombre. Háblale, que yo estoy aquí para lo que suceda.
 
Y el pobre Loppi volvió al charco, como con piernas postizas. Iba temblando todo él. ¿Y si el camarón se cansaba de tanto pedirle, y le quitaba cuanto le dio? ¿Y si Masicas lo dejaba sin pelo si volvía sin el castillo? Llamó muy quedito:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
¿Qué quiere el leñador? -dijo el camarón, saliendo del agua poco a poco.
 
-Nada para mí, ¿qué más podría yo querer? Pero mi mujer no está contenta y me tiene en tortura, señora maga, con tantos deseos.
 
-¿Y qué quiere la señora, que ya no va a parar de querer?
 
-Pues una casa, señora maga, un castillito, un castillo. Quiere ser princesa del castillo, y no volverá a pedir nada más.
 
-Leñador -dijo el camarón, con una voz que Loppi no le conocía, tu mujer tendrá lo que desea. Y desapareció en el agua de repente.
 
 Una princesa bajó a saludarlo a la puerta del jardín, con un vestido de plata. Y la princesa le dio la mano. Era Masicas. "Ahora sí, Loppi, que soy dichosa. Eres muy bueno, Loppi. La maga es muy buena". Y Loppi se echó a llorar de alegría.
 
No había en todo el país quien tuviera un castillo más opulento; ni coches con más oro, ni caballos más finos. Sus vacas eran inglesas, sus perros de San Bernardo, sus gallinas de Guinea, sus faisanes de Terán, sus cabras eran suizas. ¿Qué le faltaba a Masicas, que estaba siempre tan llena de pesar? Se lo dijo a Loppi, apoyando en su hombro la cabeza. Masicas quería algo más. Quería ser reina Masicas: "¿No ves que para reina he nacido yo? ¿No ves, Loppi mío, que tú mismo me das siempre la razón, aunque eres más terco que una mula? Ya no puedo esperar, Loppi. Dile a la maga que quiero ser reina".
 
Loppi no quería ser rey. Almorzaba bien, comía mejor; ¿a qué los trabajos de mandar a los hombres? . Llegó. Llamó:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
Vio salir del agua las dos bocas negras. Oyó que le decían "¿qué quiere el leñador?" Pero no tenía fuerzas para dar su recado. Al fin dijo tartamudeando:
 
-Para mí, nada; ¿qué pudiera yo pedir? Pero se ha cansado mi mujer de ser princesa.
 
-¿Y qué quiere ahora ser la mujer del leñador?
 
-¡Ay, señora maga!: reina quiere ser.
 
-¿Reina no más? Me salvaste la vida, y tu mujer tendrá lo que desea. ¡Salud, marido de la reina!
 
Y cuando Loppi volvió a su casa, el castillo era un palacio, y Masicas tenía puesta la corona. 
Y Loppi almorzó contento, y bebió en copa tallada su anisete más fino, seguro de que Masicas tenía ya cuanto podía tener. Hasta que un día vino un chambelán de casaca carmesí con botones de topacio, a decirle que la reina lo quería ver, sentada en su trono de oro.
 
-Estoy cansada de ser reina, Loppi. Estoy cansada de que todos estos hombres me mientan y me adulen. Quiero gobernar a hombres libres. Ve a ver a la maga por última vez. Ve; dile lo que quiero.
 
-Pero ¿qué quieres entonces, infeliz? ¿Quieres reinar en el cielo donde están los soles y las estrellas, y ser dueña del mundo?
 
-Que vayas, te digo, y le digas a la maga que quiero reinar en el cielo y ser dueña del mundo.
 
-Que no voy, te digo, a pedirle a la maga semejante locura.
 
-Soy tu reina, Loppi, y vas a ver a la maga, o mando que te corten la cabeza.
 
-Voy, mi reina, voy. -Iba como si le corrieran detrás, : "¡Tal vez -pensaba Loppi-, tal vez el camarón tenga piedad de mí!" Y lo llamó desde la orilla, con voz como un gemido:
 
"Camaroncito duro,
Sácame del apuro"
 
Nadie respondió. Ni una hoja se movió. Volvió a llamar, con la voz como de un soplo.
 
-¿Qué quiere el leñador?-respondió otra voz terrible.
 
-Para mí, nada; ¿qué he de querer para mí? Pero la reina, mi mujer, quiere que le diga a la señora maga su último deseo; el último, señora maga.
 
-¿Qué quiere ahora la mujer del leñador?
 
Loppi, espantado, cayó de rodillas.
 
-¡Perdón, señora, perdón! ¡quiere reinar en el cielo, y ser dueña del mundo!
 
El camarón dio una vuelta en redondo, que le sacó al agua espuma, y se fue sobre Loppi, con las bocas abiertas:
 
-¡A tu rincón, imbécil, a tu rincón! ¡los maridos cobardes hacen a las mujeres locas! ¡abajo el palacio, abajo el castillo, abajo la corona! ¡A tu casuca con tu mujer, marido cobarde! ¡A tu casuca, con el morral vacío!
 
Y se hundió en el agua que silbó como cuando mojan un hierro caliente.

Y todo volvió a ser como antes.

Y de pronto sintió que le apretaban el cuello dos manos feroces: -"¿Estás aquí monstruo? ¿Estás aquí, mal marido? ¡Me has arruinado, mal compa­ñero! ¡Muere a mis manos, mal hombre!
 
-¡Masicas, que te lastimas! ¡Oye, a tu Loppi, Masicas!
 
Pero las venas de la garganta de la mujer se hin­charon, y reventaron, y cayó muerta, muerta de la furia. Loppi se sentó a sus pies, le compuso los ha­rapos sobre el cuerpo, y le puso de almohada el morral vacío. Por la mañana, cuando salió el sol. Loppi estaba tendido junto a Masicas, muerto.
 

                                                             EL CACHORRO Y EL TIGRE

Un cachorro, perdido en la selva, vió un tigre corriendo en su dirección. Comenzó entonces a pensar rápido, para ver si se le ocurría alguna idea que le salvase del tigre. Entonces vió unos huesos en el suelo y comenzó a morderlos.
Cuando el tigre estaba casi para atacarle, el cachorro dijo en alto:
- ¡Ah, este tigre que acabo de comer estaba delicioso!

El tigre, entonces, paró bruscamente y, muerto de miedo, dió media vuelta y huyó despavorido mientras pensaba para sí:
- ¡Menudo cachorro feroz! ¡Por poco me come a mi también!
Un mono que había visto todo, fue detrás del tigre y le contó cómo había sido engañado por el cachorro. El tigre se puso furioso y dijo:
- ¡Maldito cachorro! ¡Ahora me la vas a pagar!

El cachorro, entonces, vió que el tigre se aproximaba rápidamente a por él, con el mono sentado encima, y pensó:
- ¡Ah, mono traidor! ¿Y qué hago ahora?

Comenzó a pensar y de repente se le ocurrió una idea: se puso de espaldas al tigre y cuando éste llegó y estaba preparado para darle el primer zarpazo, el cachorro dijo en voz alta:
- ¡Será perezoso el mono! ¡Hace una hora que le mandé para que me trajese otro tigre y todavía no ha vuelto!
(Recogido de www.agustinos-es.org ) 

 1.¿Quiénes son los personajes principales?
-El cachorro y el tigre

2.¿En dónde se desarrolla el relato?
-En la selva

3.Extraiga las palabras desconocidas y anote su significado

Despavorido: Lleno de pavor

Zarpazo: Golpe dado con la zarpa

4.¿Qué pretende explicar el autor del relato?
-Que de una mentira aparece otra mentira y que es mejor decir la verdad , porque si seguimos mintiendo vamos a crear una cadena de mentiras .

Los microorganismos

Busque el significado de las siguientes palabras:

BACTERIA:
(Del gr. βακτηρία, bastón).
1. f. Biol. Microorganismo unicelular procarionte, cuyas diversas especies causan las fermentaciones, enfermedades o putrefacción en los seres vivos o en las materias orgánicas.

WIKIPEDIA
Las bacterias son microorganismos unicelulares.Las bacterias son los organismos más abundantes del planeta. Son ubicuas, se encuentran en todos los hábitats terrestres y acuáticos

http://es.wikipedia.org/wiki/Bacteria


VIRUS:
(Del lat. virus).
1 m. Biol. Organismo de estructura muy sencilla, compuesto de proteínas y ácidos nucleicos, y capaz de reproducirse solo en el seno de células vivas específicas, utilizando su metabolismo.

WIKIPEDIA

Es una entidad infecciosa microscópica que sólo puede multiplicarse dentro de las células de otros organismos. Los virus infectan todos los tipos de organismos, desde animales y plantas, hasta bacterias y arqueas

http://es.wikipedia.org/wiki/Virus


HONGO:
(Del lat. fungus).
1. m. Planta talofita, sin clorofila, de tamaño muy variado y reproducción preferentemente asexual, por esporas. Es parásita o vive sobre materias orgánicas en descomposición. Su talo, ordinariamente filamentoso y ramificado y conocido con el nombre de micelio, absorbe los principios orgánicos nutritivos que existen en el medio; p. ej., el cornezuelo, la roya, el agárico, etc.

WIKIPEDIA
Los hongos se encuentran en hábitats muy diversos: pueden ser pirófilos (Pholiota carbonaria) o coprófilos (Psilocybe coprophila).

http://es.wikipedia.org/wiki/Hongos


GERMEN:
(Del lat. germen).
1. m. germen patógeno.

WIKIPEDIA
Un microorganismo , también llamado microbio, es un ser vivo que sólo puede visualizarse con el microscopio.

http://es.wikipedia.org/wiki/Germen


BACILO:
(Del lat. bacillum, báculo pequeño).
1. m. Biol. Bacteria en forma de bastoncillo o filamento más o menos largo, recto o encorvado según las especies.

WIKIPEDIA
Los bacilos son bacterias que se encuentran en diferentes ambientes y solo se pueden observar con un microscopio.
Los bacilos se suelen dividir en:
Aunque muchos bacilos son patógenos para el ser humano, algunos no hacen daño, pues son los encargados de producir algunos productos lácteos como el yogurt (lactobacilos).

http://es.wikipedia.org/wiki/Bacilo


AMEBA:
(Del gr. ἀμοιβή, cambio).
1. f. Zool. Protozoo rizópodo cuyo cuerpo carece de cutícula y emite seudópodos incapaces de anastomosarse entre sí. Se conocen numerosas especies, de las que unas son parásitas de animales, otras viven en las aguas dulces o marinas y algunas en la tierra húmeda.
01busque el significado de las siguientes palabras, e indique la fuente.


LENGUA. Sistema de comunicación verbal y casi siempre escrito, propio de una comunidad humana.
IDIOMA.Lengua de un pueblo o nación, o común a varios.
LENGUAJE.Uso del habla o facultad de hablar.

LINGÜÍSTICA.Ciencia del lenguaje.

HABLA.Realización lingüística, por oposición a la lengua como sistema.
DIALECTO.Sistema lingüístico considerado con relación al grupo de los varios derivados de un tronco común. El español es uno de los dialectos nacidos del latín.
02Encuentre las relaciones y diferencias entre ellas, luego jerarquise.
lengua-habla:Se diferencian en que la lengua es un código con todas sus características y el habla son las variedades de la lengua que presentan sus rasgos específicos,fonéticos y léxicos.
idioma-dialecto:
Idioma es la forma de hablar en un pais y el dialecto
es como una estructura simultanea a otra, que no alcanza la categoría social de lengua.
lenguaje-lingüística:Que la lingüística es una ciencia y el lenguaje es una forma de hablar.
jeraquizar:

1)lingüística

2) Lengua

3) Habla

4) Lenguaje

5) Idioma

6)Dialecto
termine a las 14,11pm

sábado, 23 de julio de 2011

2B 13 Legado Brillante: Roberto Ochoa: 'No hay un “descubridor” para Machu...

2B 13 Legado Brillante: Roberto Ochoa: 'No hay un “descubridor” para Machu...: "Roberto Ochoa: 'No hay un “descubridor” para Machu Picchu' Roberto Ochoa , el editor de Andares escribe una interesante columna acerca d..."

Roberto Ochoa: 'No hay un “descubridor” para Machu Picchu'

 
 
Roberto Ochoa: 'No hay un “descubridor” para Machu Picchu'
Roberto Ochoa, el editor de Andares escribe una interesante columna acerca de la existencia de un  'descubridor' de la ciudadela incaica, Machu Picchu.
En su texto explica que llamar al norteamericano Hiram Bringham es un "exceso", mientras que pone en tela de juicio la denominación de Agustín Lizárraga por parte de los propios cuzqueños como el original.
Por eso, para Ochoa está claro que Machu Picchu no tiene un 'descubridor' y que, basándose en el informe realizado por el historiador Rafael Varón, se trata de una zona que conocida por los españoles desde muy tempranos años. A continuación, su columna:
¿Descubridor de Machu Pícchu?
Por: Roberto Ochoa B.
Editor  de Andares
En Cusco aprendí que era un exceso llamar “descubridor” de Machu Picchu a Hiram Bingham. Aprendí que lo mejor era denominarlo “el primer turista que llegó a...” o “el divulgador científico de...”. En ambos casos sin desmerecer la magnitud de su exploración, rescate e investigación. Y con la certeza de que Machu y Huayna Picchu fueron habitados desde siempre por anónimos campesinos.
Sin embargo, me doy con la sorpresa de que en el mismo Cusco ahora se difunde como nuevo “descubridor” al señor Agustín Lizárraga, con el único argumento de ser políticamente correcto tener a un cusqueño como antecesor de Bingham.
Me estremezco de solo imaginar qué hubiera sido de MP si la National Geographic Magazine no hubiera difundido su hallazgo (“el Intihuatana estaría decorando alguno de los hoteles de Aguas Calientes”, me ilustró un colega cusqueño). Lo cierto es que llamar “descubridor” al señor Lizárraga es todo un exceso telúrico.
Yo lo recordaría como el antecesor de los grafiteros que hoy en día suelen garabatear las piedras incas. O el personaje pionero de los actuales colonos que irrumpen en áreas reservadas para cultivar coca, previa destrucción y huaqueo de sus restos arqueológicos.
No hay un “descubridor” para Machu Picchu. Y esto queda claro con el presente informe del historiador Rafael Varón Gabai. La zona era conocida como “Picchu” y transcrita por los notarios españoles como “Picho” o “Piquicho”.
 

miércoles, 18 de mayo de 2011